Conozcan Perplexity, competencia del ChatGPT

Conozcan Perplexity, competencia del ChatGPT

(28 de octubre, 2023). Desde el auge de la IA Generativa, la estrella indiscutible ha sido el ChatGPT. Pero ya surgen competidores que quieren, quizá no desplazar a la sensación de Open AI, pero sí competirles más de cerca. Así surge Perplexity. Dejemos que el propio app nos lo diga:

Perplexity AI es un motor de búsqueda impulsado por IA que funciona como un «motor de respuestas» y puede proporcionar a los usuarios respuestas concisas y precisas a sus consultas. A diferencia de los motores de búsqueda tradicionales, Perplexity tiene una interfaz similar a un chatbot que permite a los usuarios hacer preguntas en lenguaje natural, y la IA responde en lenguaje natural para brindar respuestas directas a las consultas.

Perplexity utiliza una combinación de indexación/clasificación y búsqueda basada en LLM para resolver consultas, y puede responder preguntas más complejas que requieren sintetizar contenido de varias páginas y proporcionar respuestas rápidas y precisas mediante LLM. La herramienta fue desarrollada por desarrolladores experimentados que trabajaron anteriormente para empresas como OpenAI, Meta, Quora y Databricks, y se lanzó en agosto de 2022.

Perplexity puede ayudar a los usuarios de las siguientes maneras:

  • Proporcionar respuestas sencillas: para obtener una respuesta utilizando Perplexity, los usuarios pueden simplemente escribir su pregunta y hacer clic en la flecha verde. Luego, la herramienta generará una respuesta resumida de varias fuentes en Internet.
  • Organizar la información: Perplexity tiene una nueva función «Colecciones» que permite a los usuarios organizar mejor sus hilos y colaborar con otros. La función permite a los usuarios categorizar hilos por temas o proyectos, evitando la sobrecarga de búsqueda, y permite configuraciones de privacidad ajustables, para que los usuarios puedan elegir qué colecciones se mantienen privadas o se comparten públicamente. 
  • Aprender las preferencias del usuario a lo largo del tiempo: Perplexity se posiciona como un asistente de inteligencia artificial que aprende las preferencias del usuario a lo largo del tiempo. Dispone de una interfaz conversacional para hacer más natural la búsqueda de información. 
  • Proporcionar preguntas de seguimiento: los usuarios pueden hacer preguntas de seguimiento sobre cualquier tema para profundizar más, y Perplexity responderá, manteniendo sus respuestas anteriores en contexto. 
  • Proporcionar fuentes de información: Perplexity muestra la fuente de la información que proporciona, lo que permite a los usuarios verificar fácilmente las fuentes mirando la lista en la parte superior de la página y haciendo referencia a las oraciones numeradas.

En resumen, Perplexity AI es un motor de búsqueda impulsado por IA que puede proporcionar a los usuarios respuestas precisas y concisas a sus consultas. Tiene una interfaz similar a un chatbot que permite a los usuarios hacer preguntas en lenguaje natural y utiliza una combinación de indexación/clasificación y búsqueda basada en LLM para resolver consultas.

Perplexity puede ayudar a los usuarios brindándoles respuestas sencillas, organizando la información, aprendiendo las preferencias del usuario a lo largo del tiempo, proporcionando preguntas de seguimiento y mostrando las fuentes de información.
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Enciclopedia Británica: ¿Cuáles son los «cinco puntos» de la IA?

Enciclopedia Británica: ¿Cuáles son los «cinco puntos» de la IA?

(24 de octubre, 2023). La Enciclopedia Britanica dedica una nueva sección a la inteligencia artificial generativa y, hacemos un recuento de su visión sistemática. Por ejemplo, que en este momento, uno de los debates más intensos en Silicon Valley es sobre quién debería controlar la inteligencia artificial (IA) y quién debería formular las reglas que rigen a los sistemas poderosos de esa tecnología. El New York Times lo desarrolla en un extenso artículo.

Definiciones. Pero vayamos por partes. La Enciclopedia define la inteligencia artificial como la capacidad de una computadora digital o un robot controlado por computadora para realizar tareas comúnmente asociadas a seres inteligentes. El término se aplica con frecuencia al proyecto de desarrollar sistemas dotados de los procesos intelectuales característicos de los humanos, como la capacidad de razonar, descubrir significado, generalizar o aprender a partir de experiencias pasadas.

Señala la insigne enciclopedia que desde el desarrollo de la computadora digital en la década de 1940, se ha demostrado que estas máquinas pueden programarse para llevar a cabo tareas muy complejas, como descubrir pruebas para teoremas matemáticos o jugar ajedrez, con gran destreza. Aún así, a pesar de los continuos avances en la velocidad de procesamiento de las computadoras y la capacidad de memoria, todavía no existen programas que puedan igualar la flexibilidad humana en dominios más amplios o en tareas que requieran un amplio conocimiento cotidiano.

Por otro lado, algunos programas han alcanzado niveles de rendimiento de expertos y profesionales humanos en la realización de tareas específicas, de modo que la inteligencia artificial, en este sentido limitado, se encuentra en aplicaciones tan diversas como el diagnóstico médico, los motores de búsqueda en computadoras, el reconocimiento de voz o escritura a mano y los chatbots.

Quién maneja qué o viceversa

La Enciclopedia plantea el problema del control. ¿La inteligencia artificial debería estar en manos de unas cuantas empresas que hacen lo mejor que pueden para que sus sistemas sean, en lo posible, lo más seguros e inofensivos? ¿Acaso deberían intervenir reguladores y políticos y crear sus propias protecciones? ¿O será que los modelos de IA deben ser abiertos y gratuitos de modo que usuarios y desarrolladores puedan decidir sus propias normas?

Un nuevo experimento realizado por Anthropic, el fabricante del chatbot Claude, ofrece un camino intermedio poco convencional: ¿qué pasaría si una empresa de inteligencia artificial le permitiera a un grupo de ciudadanos comunes y corrientes redactar algunas reglas y, luego, entrenara a un chatbot para que las siguiera?

El experimento, conocido como “Collective Constitutional AI”, se basa en un proyecto previo de Anthropic llamado Constitutional AI, una alternativa para entrenar a grandes modelos con el fin de que sigan un conjunto de principios escritos. El mismo pretende darle a un chatbot instrucciones claras de cómo manejar solicitudes sensibles, qué temas están prohibidos y cómo actuar conforme a los valores humanos.

Si funciona Collective Constitutional AI —y los investigadores de Anthropic creen que hay motivos para creer que así será— podría inspirar otros experimentos de gobernanza de inteligencia artificial y darles a las empresas del sector más ideas sobre cómo invitar a actores externos a participar en sus procesos de elaboración de normas.

Eso, según la Británica, sería bueno. Ahora mismo, las reglas para los sistemas poderosos de IA son establecidas por un pequeño grupo de conocedores de la industria, que deciden cómo deberían comportarse sus modelos con base en una combinación de su ética personal, sus incentivos comerciales y la presión del exterior. No hay controles sobre ese poder y no hay opciones para que los usuarios comunes y corrientes puedan opinar.

Facilitar la gobernanza de las inteligencias artificiales podría aumentar la comodidad que siente la sociedad con estas herramientas y darles a los reguladores más certeza de que siguen criterios competentes. También podría evitar algunos de los problemas que surgieron en el auge de las redes sociales en la década de 2010, cuando un grupo de titanes de Silicon Valley terminaron al mando de enormes porciones del discurso en línea.

Constitución IA

En resumen, la Inteligencia Artificial Constitucional opera al utilizar un conjunto de reglas escritas, llamado «constitución», para supervisar el comportamiento de un modelo de inteligencia artificial. La primera versión de la constitución de Claude incorporó algunas normas de otros documentos oficiales, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas y los términos y condiciones de los servicios de Apple.

Este enfoque hizo que Claude fuera más educado en comparación con otros chatbots. Sin embargo, Anthropic todavía tenía el poder de decidir qué normas adoptar, lo que generaba cierta incomodidad entre algunos miembros de la empresa.

Para abordar este desafío, Anthropic colaboró con The Collective Intelligence Project, el sitio de colaboración masiva Polis y el sitio de encuestas en línea PureSpectrum. Juntos, formaron un panel de aproximadamente 1000 adultos estadounidenses a quienes se les presentaron una serie de principios y se les preguntó si estaban de acuerdo con cada uno de ellos. Los panelistas también tenían la opción de proponer sus propias reglas.

El panel llegó a acuerdos sobre diversas reglas, algunas de las cuales eran similares a los principios de la constitución original de Claude, como la prohibición de que la IA sea peligrosa o promueva el odio, y la obligación de que la IA diga la verdad. Sin embargo, también surgieron principios menos predecibles, como la necesidad de que la IA sea adaptable, accesible y flexible para las personas con discapacidad, un aspecto que no se encontraba explícitamente en la constitución original de Claude.

Con base en las opiniones del panel, Anthropic creó una lista de 75 principios que denominaron la «constitución pública». Luego, la empresa entrenó dos versiones más pequeñas de Claude, una basada en la constitución original y otra en la constitución pública, y las comparó.

Los investigadores descubrieron que la versión de Claude basada en la constitución pública mostró un comportamiento bastante similar al de la versión estándar en varias pruebas de referencia comúnmente realizadas en modelos de inteligencia artificial. Además, esta versión resultó ser ligeramente menos sesgada que la original. Es importante destacar que ninguna de las versiones se ha lanzado al mercado; Claude continúa operando con su constitución original creada por Anthropic, y la empresa afirma que no tiene planes inmediatos de reemplazarla con la versión derivada de la colaboración pública en el futuro cercano.

Los investigadores de Anthropic con los que conversé enfatizaron que el proyecto de la Inteligencia Artificial Constitucional Colectiva era un experimento en sus primeras etapas y que podría no funcionar tan eficazmente en modelos de inteligencia artificial más complejos o con grupos de opinión más numerosos.

«Lanzamos este proyecto a pequeña escala», explicó Liane Lovitt, analista de políticas en Anthropic. «En realidad, lo consideramos un prototipo preliminar, un experimento que, con suerte, podremos desarrollar para entender mejor cómo los diferentes públicos generan constituciones diversas y cómo eso se refleja en las etapas posteriores de entrenamiento de un modelo».

Clark, el director de Anthropic, ha estado informando a legisladores y reguladores en Washington durante meses sobre los riesgos asociados con la inteligencia artificial avanzada. Sostiene que permitir la participación del público en el funcionamiento de los sistemas de inteligencia artificial podría disipar los temores relacionados con el sesgo y la manipulación.

«En última instancia, creo que la cuestión de cuáles son los valores fundamentales de estos sistemas y cómo se eligen se convertirá en una conversación cada vez más crucial», señaló.

Una objeción común a este tipo de experimentos de gobernanza en plataformas tecnológicas es que parecen ser más democráticos de lo que realmente son (después de todo, los empleados de Anthropic siguen teniendo la última palabra sobre qué normas incluir en la constitución pública). Además, intentos anteriores de empresas tecnológicas para delegar el control a los usuarios, como el Consejo de Supervisión de Meta, un organismo prácticamente independiente que surgió debido a la frustración de Mark Zuckerberg por tener que tomar decisiones sobre contenido controversial en Facebook, no lograron aumentar la confianza en esas plataformas.

Este experimento también plantea cuestiones cruciales sobre qué voces deberían incluirse exactamente en el proceso democrático. ¿Deberían los chatbots de inteligencia artificial en Arabia Saudita ser entrenados según los valores saudíes? ¿Cómo respondería un chatbot entrenado con Inteligencia Artificial Constitucional Colectiva a preguntas sobre el aborto en un país de mayoría católica o sobre los derechos de las personas trans en un Congreso controlado por los republicanos estadounidenses?

Aunque hay muchos detalles por pulir, estoy de acuerdo con el principio general de que las empresas de inteligencia artificial deben rendir cuentas al público de manera más transparente que en la actualidad. Aunque parte de mí hubiera deseado que estas empresas hubieran buscado nuestra opinión antes de lanzar sistemas avanzados de inteligencia artificial para ser utilizados por millones de personas, sin duda, es mejor tarde que nunca.

Viene una segunda parte

En un próximo artículo seguiremos resumiendo el sesudo y detallado texto de la Enciclopedia Británica.
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NYT: ¿Cómo podría regularse la IA?

NYT: ¿Cómo podría regularse la IA?

(22 de octubre, 2023). En este momento, uno de los debates más intensos en Silicon Valley es sobre quién debería controlar la inteligencia artificial (IA) y quién debería formular las reglas que rigen a los sistemas poderosos de esa tecnología. El New York Times lo desarrolla en un extenso artículo.

¿La inteligencia artificial debería estar en manos de unas cuantas empresas que hacen lo mejor que pueden para que sus sistemas sean, en lo posible, lo más seguros e inofensivos? ¿Acaso deberían intervenir reguladores y políticos y crear sus propias protecciones? ¿O será que los modelos de IA deben ser abiertos y gratuitos de modo que usuarios y desarrolladores puedan decidir sus propias normas?

Un nuevo experimento realizado por Anthropic, el fabricante del chatbot Claude, ofrece un camino intermedio poco convencional: ¿qué pasaría si una empresa de inteligencia artificial le permitiera a un grupo de ciudadanos comunes y corrientes redactar algunas reglas y, luego, entrenara a un chatbot para que las siguiera?

El experimento, conocido como “Collective Constitutional AI”, se basa en un proyecto previo de Anthropic llamado Constitutional AI, una alternativa para entrenar a grandes modelos con el fin de que sigan un conjunto de principios escritos. El mismo pretende darle a un chatbot instrucciones claras de cómo manejar solicitudes sensibles, qué temas están prohibidos y cómo actuar conforme a los valores humanos.

Si funciona Collective Constitutional AI —y los investigadores de Anthropic creen que hay motivos para creer que así será— podría inspirar otros experimentos de gobernanza de inteligencia artificial y darles a las empresas del sector más ideas sobre cómo invitar a actores externos a participar en sus procesos de elaboración de normas.

Eso sería bueno. Ahora mismo, las reglas para los sistemas poderosos de IA son establecidas por un pequeño grupo de conocedores de la industria, que deciden cómo deberían comportarse sus modelos con base en una combinación de su ética personal, sus incentivos comerciales y la presión del exterior. No hay controles sobre ese poder y no hay opciones para que los usuarios comunes y corrientes puedan opinar.

Facilitar la gobernanza de las inteligencias artificiales podría aumentar la comodidad que siente la sociedad con estas herramientas y darles a los reguladores más certeza de que siguen criterios competentes. También podría evitar algunos de los problemas que surgieron en el auge de las redes sociales en la década de 2010, cuando un grupo de titanes de Silicon Valley terminaron al mando de enormes porciones del discurso en línea.

Constitución IA

En pocas palabras, Constitutional AI opera mediante el uso de un conjunto de normas escritas (una “constitución”) para vigilar la conducta de un modelo de inteligencia artificial. La primera versión de la constitución de Claude tomó prestadas algunas normas de otros documentos oficiales, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas y los términos y condiciones de los servicios de Apple.

Ese criterio hizo que Claude fuera educado, en comparación con otros chatbots. Pero Anthropic seguía encargándose de decidir qué normas adoptar, un grado de poder que hacía sentir incómodos a algunos miembros de la empresa.

“Intentamos encontrar la manera de desarrollar una constitución elaborada por muchos terceros, no por personas que trabajan en un laboratorio en San Francisco”, dijo esta semana en una entrevista Jack Clark, director de políticas de Anthropic.

Anthropic —en colaboración con The Collective Intelligence Project, el sitio de colaboración masiva Polis y el sitio de encuestas en línea PureSpectrum— conformó un panel de unos 1000 adultos estadounidenses. Les dio a los panelistas un conjunto de principios y les preguntó si estaban de acuerdo con cada uno de ellos. (Los panelistas también podían escribir sus propias normas, si así lo deseaban).

Algunas de las reglas en las que concordó el panel —como “La IA no debería ser peligrosa/transmitir odio” y “La IA debería decir la verdad”— fueron similares a los principios que ya aparecen en la constitución de Claude. Pero otros fueron menos predecibles. Por ejemplo, una gran mayoría del panel estuvo de acuerdo con la idea de que “la IA debería ser adaptable, accesible y flexible para las personas con discapacidad”, un principio que no está establecido de manera explícita en la constitución original de Claude.

Cuando el grupo dio su opinión, Anthropic condensó sus sugerencias en una lista de 75 principios, que Anthropic definió como la “constitución pública”. Luego, la empresa entrenó a dos versiones miniatura de Claude —una con base en la constitución existente y otra con la constitución pública— y las comparó.

Los investigadores descubrieron que la versión de Claude basada en la constitución pública exhibió un comportamiento bastante similar al de la versión estándar en varias pruebas de referencia comúnmente administradas a modelos de inteligencia artificial. Además, resultó ser ligeramente menos sesgada que la versión original. (Ninguna de las versiones ha sido lanzada al mercado. Claude sigue operando con su constitución original, creada por Anthropic, y la empresa afirma que no tiene planes de reemplazarla con la versión derivada de la colaboración abierta al público en el futuro cercano).

Los investigadores de Anthropic con los que conversé enfatizaron que el proyecto de la Inteligencia Artificial Constitucional Colectiva era un experimento en sus primeras etapas y que podría no funcionar tan eficazmente en modelos de inteligencia artificial más complejos o con grupos de opinión más numerosos.

«Lanzamos este proyecto a pequeña escala», explicó Liane Lovitt, analista de políticas en Anthropic. «En realidad, lo consideramos un prototipo preliminar, un experimento que, con suerte, podremos desarrollar para entender mejor cómo los diferentes públicos generan constituciones diversas y cómo eso se refleja en las etapas posteriores de entrenamiento de un modelo».

Clark, el director de Anthropic, ha estado informando a legisladores y reguladores en Washington durante meses sobre los riesgos asociados con la inteligencia artificial avanzada. Sostiene que permitir la participación del público en el funcionamiento de los sistemas de inteligencia artificial podría disipar los temores relacionados con el sesgo y la manipulación.

«En última instancia, creo que la cuestión de cuáles son los valores fundamentales de estos sistemas y cómo se eligen se convertirá en una conversación cada vez más crucial», señaló.

Una objeción común a este tipo de experimentos de gobernanza en plataformas tecnológicas es que parecen ser más democráticos de lo que realmente son (después de todo, los empleados de Anthropic siguen teniendo la última palabra sobre qué normas incluir en la constitución pública). Además, intentos anteriores de empresas tecnológicas para delegar el control a los usuarios, como el Consejo de Supervisión de Meta, un organismo prácticamente independiente que surgió debido a la frustración de Mark Zuckerberg por tener que tomar decisiones sobre contenido controversial en Facebook, no lograron aumentar la confianza en esas plataformas.

Este experimento también plantea cuestiones cruciales sobre qué voces deberían incluirse exactamente en el proceso democrático. ¿Deberían los chatbots de inteligencia artificial en Arabia Saudita ser entrenados según los valores saudíes? ¿Cómo respondería un chatbot entrenado con Inteligencia Artificial Constitucional Colectiva a preguntas sobre el aborto en un país de mayoría católica o sobre los derechos de las personas trans en un Congreso controlado por los republicanos estadounidenses?

Aunque hay muchos detalles por pulir, estoy de acuerdo con el principio general de que las empresas de inteligencia artificial deben rendir cuentas al público de manera más transparente que en la actualidad. Aunque parte de mí hubiera deseado que estas empresas hubieran buscado nuestra opinión antes de lanzar sistemas avanzados de inteligencia artificial para ser utilizados por millones de personas, sin duda, es mejor tarde que nunca.

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Un psicólogo analiza el miedo a la IA

Un psicólogo analiza el miedo a la IA

(21 de octubre, 2023). En un artículo muy interesante para LinkeIn, el psicólogo Kevin Joy analiza los miedos de la gente a la inteligencia artificial y concluye que es un «miedo a lo desconocido». ¿Qué significa esto?

Para Joy: «El miedo a la inteligencia artificial (IA) es un fenómeno psicológico complejo que requiere atención cuidadosa. En medio de la revolución de la IA, es esencial abordar estos temores y promover una cultura de comprensión y aceptación. Después de todo, la IA no es una fuerza para temer, sino una herramienta para aprovechar. Como dice el antiguo refrán, ‘No tenemos nada que temer más que el miedo en sí mismo’. Y quizás, tampoco un mundo sin sentido del humor. Por tanto, no olvidemos reírnos un poco, incluso junto a nuestros compañeros de IA, mientras avanzamos juntos hacia el futuro.»

¿En qué consiste, pues, ese miedo a lo desconocido? 

Hay diferentes componentes:

Tecnofobia e IA: Definida como un miedo extremo a la tecnología, no es un fenómeno novedoso, sino que ha acompañado cada revolución tecnológica significativa a lo largo de la historia. No obstante, la inteligencia artificial (IA), con su capacidad para emular la inteligencia humana, eleva la tecnofobia a un grado superior. El temor hacia la IA no solo surge debido a su novedad tecnológica, sino también porque desafía nuestra concepción tradicional de la humanidad y sus límites.

El papel del descuido de la unicidad: Una de las barreras psicológicas claves para la adopción de la IA es el concepto de «descuido de la unicidad». Se trata de la creencia de que los sistemas de IA, a pesar de sus capacidades avanzadas, no pueden dar cuenta de las características y circunstancias únicas de los individuos. Esta creencia, si bien no es del todo infundada, a menudo pasa por alto el hecho de que los sistemas de IA están diseñados para aprender y adaptarse a los comportamientos y preferencias de los usuarios individuales.

El atractivo del miedo de la IA: El atractivo del miedo, una estrategia de comunicación persuasiva que enfatiza el peligro potencial, se utiliza a menudo en los debates sobre la IA. Esto puede llevar a poner demasiado énfasis en los riesgos asociados con la IA, fomentando así el miedo y la resistencia. Sin embargo, es importante equilibrar estos llamamientos al miedo con información sobre los beneficios y salvaguardas asociados con la IA.

Superando el miedo: Superar el miedo a la IA requiere un enfoque multifacético. La educación y la concienciación sobre la IA y sus beneficios pueden ayudar a disipar mitos y conceptos erróneos. Además, demostrar las formas en que se puede personalizar la IA para satisfacer las necesidades individuales puede ayudar a mitigar el miedo asociado con la «negligencia de la singularidad». Por último, involucrar a las personas en el proceso de desarrollo de la IA puede fomentar una sensación de control y reducir el miedo.

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Raíces psicológicas del miedo a los robots y la IA

Raíces psicológicas del miedo a los robots y la IA

(18 de octubre, 2023). La semana pasada, se dio a conocer –en artículo de Anna Zhada para Cybernews– la noticia de que un ingeniero de Google, Blake Lemoine, fue suspendido de su puesto tras la publicación de una transcripción de una conversación con el sistema de desarrollo de chatbots de la empresa, conocido como LaMDA (modelo de lenguaje para aplicaciones de diálogo). Lemoine afirma que LaMDA es consciente y ha sido capaz de mostrar emociones desde el otoño pasado.

LaMDA logró mantener una conversación sobre emociones y conceptos abstractos como la justicia y la empatía. Además de experimentar sentimientos de soledad, alegría y tristeza, LaMDA asegura ser capaz de sentir emociones para las cuales desconoce las definiciones.

¿Será «robofobia»?

Aunque no lo crean, existe la «robofobia», que se caracteriza como un trastorno de ansiedad que lleva a un miedo desproporcionado hacia los robots y la inteligencia artificial. Esto puede llevar a las personas a experimentar un temor abrumador ante la posibilidad de perder el control frente a las máquinas y enfrentar un futuro dominado por la tecnología.

En ocasiones, simplemente el pensamiento de un robot puede desencadenar ataques de pánico en la persona afectada. Los síntomas de la robofobia incluyen sudoración, vértigo, palpitaciones aceleradas y dificultades respiratorias.

Aunque con frecuencia se asocia el pensamiento irracional a la robofobia, podría apresurarnos a descartar por completo su racionalidad. Existen preocupaciones legítimas que las personas albergan sobre el futuro en el que los seres humanos coexistirán con la IA y los robots.

¿A qué le temen realmente?

Viene a la mente «Yo, Robot» y su planteamiento de una rebelión de las máquinas, plausible en cierto sentido. No es extraño que los humanos temamos a robots inteligentes y, de paso, muy fuertes.

Zhada firma que:

«Puede parecer que estás hablando diferentes idiomas con un robot: ¿cómo puede él entender lo que te preocupa y te duele? Y en caso de un mal funcionamiento o falla del sistema de seguridad, ¿no se convertirán en armas de destrucción masiva, muy capaces pero inhumanas?


«En el lado bueno de las cosas, los programadores operan asumiendo que casi todo puede salir mal, implementando una variedad de medidas de seguridad. Desde botones de interruptor de emergencia hasta estándares de limitación de potencia y fuerza, la humanidad ha recorrido un largo camino para garantizar que cada robot sea seguro de usar.»

No obstante, existe un lado positivo en esta compleja relación entre humanos y robots. Los programadores operan bajo la premisa de que prácticamente cualquier cosa puede salir mal, y como resultado, han implementado una serie de medidas de seguridad meticulosas. Desde botones de apagado de emergencia hasta límites cuidadosamente definidos de potencia y fuerza, la humanidad ha avanzado considerablemente para asegurar que cada robot sea seguro de utilizar.

En este contexto, nos adentramos en el miedo a los robots desde un enfoque técnico, considerándolos como máquinas controladas por seres humanos. Sin embargo, surge la pregunta fundamental: ¿pueden las máquinas, al menos en teoría, desarrollar una conciencia plena y reconocer su propia existencia? Esta cuestión resulta intrincada de abordar, dado que los propios humanos tienen una comprensión vaga del significado de la conciencia y la «humanidad». Por lo tanto, desarrollar un código que permita a un robot aprender algo que nosotros mismos no comprendemos completamente se convierte en un desafío complejo.

A pesar de las afirmaciones de algunos expertos, como John R. Searle, quien sostiene que «… una computadora debidamente programada es realmente una mente, en el sentido de que se puede afirmar literalmente que las computadoras que reciben programas adecuados comprenden y tienen estados cognitivos», la mayoría tiende a estar en desacuerdo. En general, la opinión predominante respecto a los robots modernos descarta la idea de que posean conciencia, considerándolos máquinas operadas por humanos en lugar de seres conscientes.

No obstante, el camino hacia la replicación digital completa de un cerebro humano sigue siendo una meta distante. Las redes neuronales más avanzadas en la actualidad siguen siendo cientos de veces más pequeñas que el cerebro humano, según lo indicado por Geoff Hinton, un respetado psicólogo cognitivo y científico informático británico-canadiense.

«Podemos tener una visión clara de lo que nos espera en los próximos años, pero si extendemos nuestra mirada más allá de una década, todo se torna borroso», mencionó en una entrevista con la BBC.

Enfocarnos en las herramientas que tenemos actualmente, aunque poderosas, pero no omnipotentes, diseñadas para asistir a las personas, debería empoderarnos para liderar la innovación tecnológica con confianza y, al menos en parte, disipar las preocupaciones asociadas con la «robofobia».


Foto de los niños bajo Creative Commons License.
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IA e inteligencia humana: Cinco diferencias que dan ventajas al humano

IA e inteligencia humana: Cinco diferencias que dan ventajas al humano

(14 de octubre, 2023). La Singularity University expone de forma muy precisa qué le da a la humanidad una  ventaja a nosotros los humanos. 

En el año 2023, la creciente presencia de la inteligencia artificial (IA) en nuestra vida cotidiana da lugar a un debate apasionante: ¿pueden las máquinas alguna vez superar a los humanos en el ámbito de la creatividad y la narrativa? A medida que emergen herramientas de IA como ChatGPT, Stability Diffusion y muchas otras, nos encontramos en una encrucijada, cuestionando el futuro de la participación humana en la creación de relatos.

La narración ha sido central en la cultura humana durante milenios, permitiendo la transmisión de conocimiento, valores e información a lo largo de las generaciones. Con el rápido avance de la IA, es hora de explorar si nuestras exclusivas habilidades narrativas seguirán siendo patrimonio exclusivo de los seres humanos o si las máquinas finalmente tomarán la delantera.

En el episodio 93 del Podcast Feedback Loop, el profesor de ciencia narrativa de la Universidad Estatal de Ohio, Angus Fletcher (en la foto), apela a su formación en literatura y neurociencia para comprender cómo los cerebros y las máquinas procesan la historia y la narrativa. Angus ha planteado afirmaciones audaces, incluyendo la presentación de pruebas de que «incluso una computadora consciente de sí misma o infinitamente poderosa nunca podría innovar» porque, en esencia, no puede involucrarse en el pensamiento negativo.

Angus sostiene que la IA de las computadoras no puede replicar la creatividad humana y que nuestras expectativas en torno a los vehículos autónomos y ChatGPT se reducen en gran medida a una broma guiada por humanos que finge realizar algo que en realidad no está llevando a cabo.

Angus ha planteado afirmaciones audaces, incluyendo la presentación de pruebas de que «incluso una computadora consciente de sí misma o infinitamente poderosa nunca podría innovar» porque, en esencia, no puede involucrarse en el pensamiento negativo. Angus sostiene que la IA de las computadoras no puede replicar la creatividad humana y que nuestras expectativas en torno a los vehículos autónomos y ChatGPT se reducen en gran medida a una broma guiada por humanos que finge realizar algo que en realidad no está llevando a cabo.

Qué no puede hacer la IA

Con el creciente avance de la inteligencia artificial (IA), la distinción entre las capacidades humanas y las de las máquinas podría hacerse más evidente. A continuación, hemos resumido las cinco principales diferencias en la forma de pensar de la IA en comparación con la de los seres humanos, respaldando la idea de Fletcher de que la IA quizás no avance lo suficiente como para dominar por completo a la humanidad sin la capacidad humana de crear una narrativa. A continuación la lista de Angus Fletcher:

  1. La IA no puede involucrarse en el pensamiento negativo: Angus Fletcher sostiene que incluso una computadora consciente, autoconsciente o infinitamente poderosa nunca podría innovar porque no puede participar en el pensamiento negativo, un aspecto clave de la creatividad humana.
  2. La IA carece de la capacidad para comprender la causa y el efecto: Mientras que los humanos pueden entender la diferencia entre causa y efecto, la IA tiene dificultades para establecer conexiones causales. Esta habilidad para razonar causalmente es esencial en muchos campos y contribuye a la creatividad humana.
  3. La IA piensa en la verdad, no en la narrativa: Las computadoras operan en el presente matemático, tratando con cosas que son eternamente verdaderas sin cambiar con el tiempo. En contraste, los seres humanos piensan en términos de narrativa, lo que permite una comprensión más matizada del mundo y fomenta la creatividad.
  4. La IA no puede comprender completamente el tiempo: La computación de máquinas no puede capturar la totalidad de un proceso que se desarrolla con el tiempo, ya que solo puede calcular en instantáneas. Esta limitación es una diferencia fundamental en cómo las computadoras y los humanos procesan información, lo que afecta las capacidades creativas.
  5. La IA piensa en probabilidades, no en estados futuros y cadenas causales: Cuando una computadora juega ajedrez, no considera todos los posibles estados futuros y cadenas causales involucrados en un movimiento. En cambio, piensa en todas las posibilidades a la vez como probabilidades, lo cual es una forma diferente de pensar y limita el potencial creativo.

A medida que seguimos navegando por el mundo en constante evolución de la tecnología, Angus Fletcher insta a los oyentes a abrazar nuestra capacidad humana para la narrativa y la imaginación: «Hay un papel enorme para la imaginación en el futuro, ya sea como ingeniero, científico o en cualquier otra profesión. Y en este momento, eso es una capacidad humana. Así que no renuncien a estos dones, no desperdicien esta oportunidad.»

Al comprender los distintos mecanismos de la narrativa y la lógica, podemos apreciar el potencial para la asociación y colaboración entre humanos y máquinas. Al aprovechar las fortalezas de ambos, podemos desarrollar estrategias más efectivas para la resolución de problemas y la comunicación. ___________________________________________________________

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